viernes, 6 de noviembre de 2009

Piel Americana


Íbamos buscando una sombra solitaria donde vaciar nuestro pecho de tristeza. Eso era entonces América, tierra baldía, oraciones de rifle, millones de hectáreas de odio y una hija suicida de la guerra. Pero hace un año, aquel negro de voz templada y justicia salomónica logró que un reverendo llorase por aquello que ya no creía, volvió a alimentar a su pueblo de esperanza y, después, allá donde pudo, buscó la ocasión de cumplirla.
Es cierto que Afganistán sigue siendo un polvorín sembrado de cadáveres, niños sin sonrisa y mujeres marcadas sin otro destino que ver correr la sangre, en una guerra huérfana de Bush, pero hija de un talibán con luenga barba. Cada nuevo día gimen más viudas, lloran más huérfanos y, como diría Shakespeare, hieren más pesares la bóveda del cielo. Sin embargo, el mundo, al salir el sol, se despierta desde entonces con un nuevo sueño todas las mañanas de noviembre. Desde que Barack Obama, el heraldo negro de Illinois, llegó a la presidencia norteamericana, los sacerdotes del petróleo han dejado de rezar en las mezquitas y una paz fría y nevada, ambigua y diplomática, se teje cada día sobre las cordilleras de Oriente. No le faltarán traidores a este mirlo empeñado en alcanzar la paz, pero, aunque parezca mentira, han dejado de sonar los cascabelones colgados en el pecho de un general persa y los artilleros americanos regresan mutilados de Irak a sus hogares, con el gesto triste y descansado.
Barak Obama intenta sostener el paraguas nuclear y ha enterrado la llave del Apocalipsis bajo los pies del soldado desconocido. Pero es verdad que la peor América, la puritana y reaccionaria, está acosando al presidente más europeo que habita las dependencias de la Casa Blanca. Mientras trata de construir los cimientos de una sanidad pública y trata de reducir la lista del paro, los republicanos lo acusan de comunista. Los halcones ven como peligra su negocio en las farmacias y en las armerías. América tiene un sueño y los cuáqueros pretenden convertirlo en una pesadilla.
Si hay algo que reúne a Obama y a Kennedy en el mismo despacho oval es su facilidad para convertir la política en un misterio, capaz de contagiar a millones de personas procedentes, cada una, de un origen distinto con una gran historia. Ambos consiguen que el hombre se transforme en un acontecimiento y en una conciencia capaz de apagar los viejos miedos fomentados por el viejo testamento, la cruda y cautelosa fe de quienes manejan fríamente y sin escrúpulos el poder del dinero.
La América de Obama ha logrado resucitar el New Deal. No es un hombre de izquierdas, pero sabe que la mano invisible del mercado siempre está del lado del más fuerte. Se enfrenta a la realidad cada día intentando parecer un hombre vestido de cualquiera, pero su popularidad desciende al ritmo del fracaso. Le piden en un año lo que cuesta un sueño. Ahora sabemos científicamente de qué material se forjan los sueños, pero el americano está impregnado de esperanza, la palabra que todo buen hombre escribe en el último verso de su tiempo.

2 comentarios:

Jose Luis dijo...

Despues de mil rios de tinta, esta misma semana y de tantos reportajes, redundando con el tema de la Fox, una y otra vez. Se hechaba en falta, una opinión sencilla y coherente, sobre el valance real obtenido en un año, que va desde luego muy unido al de las espectativas creadas, por Estados Unidos y también el resto del mundo, entorno a la figura de Obama.
Me gustaría porder darte una contrarreplica, pero es que realmente, me siento bastante identificado con tu enfoque!!
Un saludo!

Anónimo dijo...

Gracias José Luis. Aquí seguiremos, con esta columna.
Víctor Guillot