domingo, 24 de mayo de 2009

La reliquia


Se presentó sin papeles como una reliquia del pasado, despojado de gobiernos, desvestido de partido y cortisonado de años. Llegó a la tribuna como el sabio que irrumpía ante una Europa amenazada. Procedía de otro tiempo, cuando Helmut, François y Delors, los colegas, aquellos viejos amigos que lograron convertirle en un príncipe doliente, vejado, incomprendido y maltratado.
El Felipe González que votaron los españoles del 82 era un hombre de pana y suéter, de camisa de cuadros y melena cuidada, un revolucionario que traía la prosperidad de los grandes almacenes, la Europa del mercado y también de los mercaderes. El tiempo y la cirscunstancia lo transformaron en un hombre que se desnudaba lentamente, que se iba convirtiendo en una idea, antes que en una época.
El otro día, en Gijón-Sur, habló de Europa, de esa madre fallida, de esa vieja fracturada e inválida, incapaz de aunar voluntades para salir de esta crisis. Habló sin papeles, recordó a Roosvelt, que reclamaba esfuerzo tras el crack del 29, sugirió la energía atómica, reivindicó la democracia. Todo el mundo se olvidó de Zapatero y hasta de las próximas elecciones.