martes, 14 de abril de 2009

El final de Losantos


El rumor es la antesala del periodismo. Primero nace el rumor, como un orvallo, como un chirimiri que va calando en las mentes del personal; luego llega el relámpago de una información audaz y finalmente suena el trueno del cese. Lo cual que la prensa anunciaba hoy, aunque ya se sabía desde hace unos días, que a Federico Jiménez Losantos le iban a dar boleto en la Cope, la radio de la Conferencia Episcopal. Tras conocer que volvía al programa nocturno "La Linterna" junto al inefable Cesar Vidal o que se iba, Federico no tardó en responder. Según nos cuenta el periodista Ignacio Escolar, le dijo al director de la Cope que tiene un contrato y lo piensa cumplir ¿por sus santos cojones?, que los obispos no han tenido caridad en darle las explicaciones del cese y que la Cope, sin Federico, "se va a freír espárragos”.
Uno cree que el problema de Federico es que siempre ha querido ser un poder en la prensa cuando la prensa es ella sola todo un poder. Sabe que al oyente hay que despertarlo y agitarlo por la mañana y que eso engancha más que la cocaína. No le ha importado mentir o insultar y eso nos ha sentado a todos bien, porque al español como usted o como yo le gusta cagarse en la madre del otro, a veces, incluso, por pura necesidad.
A la Prensa se la ha llamado tópicamente "Cuarto Poder", pero habría que especificar que siempre es un poder a la derecha del poder o que, si es un poder, siempre acaba siendo un poder de derechas. A la derecha de José Luis Rodríguez Zapatero está El País, del mismo modo que a la derecha de Rajoy está Pedro J. Ramírez. Esto nos indica que es necesario saberse a la derecha de alguien. El ABC no lo sabe y pierde lectores constantemente, mientras que La Razón sí lo sabe y ahí sigue, sumando lectores. Reconozco que siempre me gustaron los etarras del idioma que convertían el lenguaje en un coctel molotov. Hay un nihilismo en una parte de la prensa, destructivo y encantador que disfruto como un niño con cerillas. Federico Jiménez Losantos es uno de estos nihilistas que siempre ha estado a la derecha de Dios y también a la derecha de Mao, y esto ya es un delirio falangista que sólo tiene sentido si eres de Teruel.
Los de la Prensa hemos sido, tradicionalmente “las víboras de la Prensa", expresión que el cine ponía en boca de los gansters amenazados por la terrible y saludable libertad del periodismo americano. Lo cierto es que uno sigue necesitando que lo llamen víbora para saber que está contando la verdad. De otro modo, permanece siempre la duda. Hollywood suele ensalzar, con el cinismo ingenuo o la ingenuidad cínica que caracteriza a Hollywood, la libertad de expresión y la democracia a través del periodismo. Buenas noches y buena suerte o Todos los hombres del presidente son hermosos y épicos relatos que han nimbado esta profesión con un alo de dignidad que difícilmente se encuentra en el periodismo español. Quiere decirse que mientras eso pasa en nuestras pantallas de televisión, en la realidad nacional, a los que hacemos la prensa se nos sigue llamando canallas, perros y agentes dobles del poder rojo o del fascismo. Pero luego, además, está Federico.
Llevamos unos meses, casi un año despidiendo a gente de los periódicos. Unos se despiden y a otros se les despide. David Jiménez Torres, el hijo de Federico, se lamenta del despido de su padre desde su columna en Libertad Digital. Los Jimenez son familia que gusta mucho de lamentarse. Desconoce este muchacho que, en España, es costumbre política y periodística hacer una fechoría en el último día de ejercicio. Se trata de una jugarreta informativa, un echar los pies por alto, un sangrar por la herida del resentimiento, que siempre dibuja en el careto de todos los demás una sonrisa malvada y cínica, que, por otra parte, es la mejor de las sonrisas. Federico, cual Júpiter tronante, será por fin despedido, a pesar de los lloros de su hijo, y yo, que soy un periodista despiadado y sentimental, sólo puedo delectarme con el dulce aroma que desprenden las flores del mal.