sábado, 30 de mayo de 2009

A qué llamamos Europa


El asunto es saber a qué llamamos Europa. Hasta que llega Kant, Europa es la duda metódica y cartesiana. Pero también es la sonrisa de La Gioconda, el misterio de la Cena Sagrada y toda la cultura clásica que ardió en la biblioteca de Alejandría. Europa era la palabra en el papiro y después la palabra mecánica. A continuación le sigue Velázquez. Entonces Europa es una vieja friendo huevos, unas meninas, unas cuantas picas en Flandes. Europa era, antes que nada, España. Después vienen las carnes de Rubens y los cadáveres de Rembrand y Europa se parece más a una carnicería. Descubre, eso sí, que la belleza se encuentra en un pelo del culo de Durero o en una lección de anatomía.
Pero Europa fue también una mujer pagana, sensible, clásica y moderna, viajera, revolucionaria, como dice un amigo mío, cobijada bajo la tiranía de la democracia. Y después Europa es la Unión Europea, lejana, fría, burocrática.
Me cuenta un colega de La Nueva España que Europa es una trampa, una farsa. Hay elecciones al Parlamento Europeo y la izquierda y la derecha se zarandean un poquito. Después, como es lógico, votamos todos a Durao Barroso. Ay.