sábado, 25 de julio de 2009

Vacío y sin estilo


Se lo dije a Chandler. Ava llegó al club fumando hash envuelto en bolleré. Apareció cubierta de humo, llena de foulares de humo y resina que hacían más frondosa, enferma y clara la noche. De modo que me invitó a unas caladas y después nos fuimos a su casa, sin decirnos nada, como si allí, lo que nos deparaba, fuera la ejecución de un crimen.
Cuando regresamos a casa, el sol ya calentaba y una brisa débil agitaba la hierba. Entró despacio y se quedó quieta, a los pies de la cama, enseñándome su espalda, esperando que mis manos la desnudaran. Ava se inventa todos los días. Es una mujer experimental. Nace cada día. Siempre es otra. Está moldeada por el azar.
-Siempre me atrajo tu seriedad, me dijo.
-Ser féliz es una fatiga. No tengo suficiente fuerza como para sostener todo el día la misma sonrisa.
-Es mejor que estés callado. Conmigo no hables como si fuera el tema de tu columna.
-Todo lo que vivo suena como algo desechado por un auténtico escritor.
-Lo que pasa es que nunca has estado enamorado.
-Tu tampoco y, sin embargo, aquí estamos, tratando de hacer algo que merezca realmente la pena.
-Ni siquiera sabes a dónde ir.
-Y tu sí?
-Yo sí.
Sentí un vacío plano. El vacío que el alcohol no es capaz de rellenar en toda una noche. El vació de quien no consigue amar ni ser amado, el vacío de un tipo al que ya no se le ocurre nada. Me pregunto cuántos hombres hay en este mundo que caminen vacíos, afligidos, adictos a la nada, esforzándose por salir de una trampa que se han fabricado ellos mismos. Ni siquiera es dolor. Es vacío y no hay pastilla que lo atenúe.
Se lo dije a Chandler: Me siento vacío y sin estilo. Entonces es que estás muerto, me respondió.