lunes, 27 de julio de 2009

"Cabecitas locas, boquitas pintadas, corazones solitarios"


Me lo dijo Paco. Vives un drama, pero hace mucho tiempo que el mundo se deshizo de él. De modo que me desnudo de dramas, porque para que tengan sentido uno debe terminar lanzándose por la ventana. Y sólo pensar en el suicidio ya me cansa.
Repaso mi vida sentimental y descubro que las últimas mujeres a las que amé estaban más cerca de la menopausia que de su primera regla. Ava, Eva y Lola. Lo pienso y veo que todas ellas son una antología de cabecitas locas, boquitas pintadas y corazones solitarios. Lo observo con humor, con ironía. Me río de mi mismo porque en la risa está mi salvavidas. Pero también sé que la ironía es el paso alegre hacia la tristeza. Y eso es lo que me pasa desde que ví por última vez a Ava, el animal más hermoso del mundo: transito hacia la tristeza con paso firme y certero, sin posibilidad de dar marcha atrás. Y yo en pijama.
-Guardas luto por la ignorancia y el absurdo.
-No te pongas estupendo Paco. Tu, que tanto has amado.
-Yo he follado mucho. No es lo mismo.
-Yo no he follado tanto, pero sé que me dejé el corazón olvidado en alguna cama y ahora camino más muerto que vivo, sin saber muy bien a dónde ni hasta cuándo.
-Follar suma vida, añade vida, multiplica la vida. Quédate con eso si quieres y haz lo que te dé la gana.
-Eso me lo contaste la última vez que nos vimos, y la muerte ya se había quedado entonces a dormir en tu dacha.
-Uno ha querido acostarse con todas las fulanas, incluso con ésa.
-Nunca hiciste distingos, pero últimamente sólo pensabas en el cielo azul viagra.
A Paco sólo lo quería su mujer y su gato. Había descuartizado un siglo a base de memoria y columnas, había iniciado su largo viaje de derechas y para ese viaje ya no tenía suficiente salud. Umbral se había cobijado en las sospechas, se había convertido en un profeta de la duda, pero me había enseñado a escribir y por eso yo lo respetaba. Ahora era un fantasma que aparecía en mi viaje de profundis, con su bufanda blanca, su abrigo eterno y una melena blanca y deshilachada. Todavía le sigo echando de menos.
Mi problema es que, hasta ahora, había estado enamorado de una ruina. No se puede vivir eternamente abrazado al crepúsculo, ay.

domingo, 26 de julio de 2009

"Tienes un imán en la polla"


Yo amaba lo honradez de su cuerpo. Me lo dijo Belushi, tumbado sobre el banco de la calle, consumido en cocaína, mientras arrastraba otra vez su nariz, siguiendo el rastro de una raya.
-Los cuerpos son honrados.
Yo le respondí entonces que amaba la honradez de su cuerpo, del cuerpo de Ava, aquel misterio que aparecía y desaparecía como una leyenda. Lo peor de todo es que aún tenía la esperanza de que Ava también amara el mío.
-El amor es una insurrección. La gente ya no sabe lo que es el amor. Por eso amar es realmente revolucionario. Yo amo a mi mujer sobre todas las cosas, Guillot. La amo más que la música, más que el cine, más que toda esa banda de traidores que me adulan. Y también sé que ella me ama a mí. Lo veo con claridad. Judi también me ama. Y lo sé porque llora como una viuda cada vez que ve mi cadaver sobre la cama.
-El amor es un género literario, John. El amor es lo que sucede después de echar un polvo y tu hace mucho tiempo que no follas con tu mujer.
Belushi trató de recomponer su cuerpo después de esnifar los últimos copos de nieve. Se sentó como un oficinista al llegar a su trabajo. Se atusó el sombrero. Se colocó las gafas y después me dijo:
-Tu problema es que tienes un imán en la polla que atrae a todas las locas de este loco mundo. Acabarás tan loco como ellas y después, después todo será tarde. No pierdas más oportunidades.
John tienía un tipo de inteligencia, de conocimiento, que no provenía de la literatura, sino del instinto. Era una animal americano, salvajemente cínico, completamente incontrolable. Inocente por momentos y siempre inquietante. Las palabras de Belushi procedían del fondo de Gijón, ascendían de un infierno recalentado y feliz. No sabía si era un ángel o un demonio. En cualquier caso, aquel gordo sonriente hablaba con la vanidad de un dios menor.
Yo sólo quería beber un poco más. Los recuerdos también sangran y por más que lo intentemos, la manchas de sangre no se borran nunca de la memoria.
A la mañana siguiente, vi mi calavera en el espejo. Recordé las palabras de Chandler. Comprendí que estaba muerto. Por mucho que deseara amar a Ava, me faltaba un corazón.

sábado, 25 de julio de 2009

Vacío y sin estilo


Se lo dije a Chandler. Ava llegó al club fumando hash envuelto en bolleré. Apareció cubierta de humo, llena de foulares de humo y resina que hacían más frondosa, enferma y clara la noche. De modo que me invitó a unas caladas y después nos fuimos a su casa, sin decirnos nada, como si allí, lo que nos deparaba, fuera la ejecución de un crimen.
Cuando regresamos a casa, el sol ya calentaba y una brisa débil agitaba la hierba. Entró despacio y se quedó quieta, a los pies de la cama, enseñándome su espalda, esperando que mis manos la desnudaran. Ava se inventa todos los días. Es una mujer experimental. Nace cada día. Siempre es otra. Está moldeada por el azar.
-Siempre me atrajo tu seriedad, me dijo.
-Ser féliz es una fatiga. No tengo suficiente fuerza como para sostener todo el día la misma sonrisa.
-Es mejor que estés callado. Conmigo no hables como si fuera el tema de tu columna.
-Todo lo que vivo suena como algo desechado por un auténtico escritor.
-Lo que pasa es que nunca has estado enamorado.
-Tu tampoco y, sin embargo, aquí estamos, tratando de hacer algo que merezca realmente la pena.
-Ni siquiera sabes a dónde ir.
-Y tu sí?
-Yo sí.
Sentí un vacío plano. El vacío que el alcohol no es capaz de rellenar en toda una noche. El vació de quien no consigue amar ni ser amado, el vacío de un tipo al que ya no se le ocurre nada. Me pregunto cuántos hombres hay en este mundo que caminen vacíos, afligidos, adictos a la nada, esforzándose por salir de una trampa que se han fabricado ellos mismos. Ni siquiera es dolor. Es vacío y no hay pastilla que lo atenúe.
Se lo dije a Chandler: Me siento vacío y sin estilo. Entonces es que estás muerto, me respondió.

jueves, 23 de julio de 2009

A un animal divino


Venida a través de tanta locura,en este verano húmedo y sentimental, vestida ella de portada del Cosmopolitan, tatuada de misterios, venida a mi establo a través del remolino que trae el Facebook, de pronto, posó ante mi como un animal divino. Andaba yo buscando ideologías, estatua de mi mismo, pensamiento de piedra, andaba yo buscándome la vida como un equilibrista sobre el alambre fino, cuando, a lomos de sus deseos, me plantó en el corazón mismo de las ciudades, tupido, cachondo y revuelto. Y así, pulido el oxido de los días con su fotografía de tanto mirarla, desnudo yo de palabras, completamente enmudecido, respondí a su gemido con otro más profundo.
Si me había enganchado a Ava fue porque siempre me fascinaron las mujeres que después de follar se ponían las gafas de leer para buscar las bragas.
No sabía yo que lo que más excitaba a Ava era un gesto serio, una buena bofetada, no sabía yo que los mejores deseos se cumplen ante hermosos espejismos que siempre acaban en nada. De modo que trato de quitarme esta absurda y excitante locura que es Ava con la vieja de la farmacia y un par de pastillas.
-Trae receta?
-Pues va a ser que no. Pero es por Ava. Acaso no le suena?
-Alguna menor?.
-Tiene casi un siglo. Es el animal más hermoso del mundo.
-A ti lo que te pasa es que eres un sentimental de mierda que aún vive de los mitos.
-La mitología es anterior a la democracia. Todos venimos a este mundo paridos por un mito.
-Pues si quieres escribir sobre el amor, arráncate los ojos. No se necesitan ojos sino ideas en la cabeza para distinguir la realidad del deseo.

lunes, 6 de julio de 2009

Palabras para un viejo maestro


Qué extraño se vuelve el mundo a medida que envejecemos, qué complicada es la trama de los vivos y los muertos. El dolor es, quizá, el hilo de oro que nos une a la muerte. Juan Ramón Pérez Las Clotas se ha convertido en un explorador de esa muerte entre los gritos del viento y la ola.
Viejo periodista ya sin batallas, cómplice de la historia, delator de lo bueno y de lo malo a lo largo de más de cincuenta años de tinta china sobre la cara blanca de un papel refugiado en el frío congelador de las hemerotecas.
Aprendí de Clotas la elegancia de escribir. Al periódico se va a matar o a morir, pero siempre con elegancia. Esa es la actitud, el dogma de fe que uno jura el día que firma su primera columna, su primera noticia, su primera palabra en un periódico.
Qué distinto el periodismo, cuando se hace de verdad, qué diferente la vida, cuando el placer reside en un martini al mediodía y unos cuantos whiskis a la hora incierta del anochecer.
Con Juan Ramón algunos aprendieron a pensar, otros a escribir y otros a beber. Por mi parte, creo que supe conjugar los tres verbos. Y en el frontispicio de la puerta, la lealtad jurada por siempre. Un abrazo, maestro.