sábado, 11 de abril de 2009

El hombre cansado

El mayor problema de este país tan lleno de problemas, en estos momentos, es el paro. El Instituto Nacional de Estadística publicó recientemente que ya somos tres millones y medio de parados. El manda del Banco de España, el señor Fernández Ordóñez, anunció esta semana que seremos un millón más de desempleados el próximo año. Uno, deseoso siempre de colaborar y de portarse, también forma parte de la lista cansada del Inem y, como todo periodista, también escribe en un blog cansado.
Tras la última crisis de gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, Pedro Solbes también está en el paro. Frente al optimismo de ZP, el cinismo y el cansancio de un ministro que aspira a ser cesante de la economía. Siempre envidié el cinismo de los ministros que portaban en su cartera números y misterios, cuentas y estadísticas que siempre mentían o que, al menos, ocultaban parte de la verdad. Pero me parece más interesante hablar en esta ocasión del cansancio de Solbes que de su cinismo.
El cansancio individual nos conduce al suicidio y el cansancio colectivo nos empuja a la guerra. Si a esta fatiga de nosotros mismos le añadimos la dificultad económica de vivir, la reyerta, la movida, o sea, la huelga parece inevitable. Creíamos que el proletariado se aclaraba con una huelga, pero con esta crisis económica no tenemos muy claro contra quién se debe hacer la manifa en la calla Alcalá. Contra el burgués?, contra el banco?, contra el Estado? Ni puta idea.
A lo largo de los últimos doce años, hemos vivido cómo renacía el mito de la prosperidad. Sin embargo, este mito del progreso indefinido ha quedado contrarrestado ahora por el mito de la crisis económica y el crecimiento negativo, que es un mito que nace directamente del cansancio de vivir y del cansancio de crecer.
Quizá toda esta mitología del paraíso terrenal se ha sostenido gracias al mito del dinero que han escrito unos cuantos trileros. Hemos dejado de creer en el dinero y el primero de ellos ha sido el señor Trichet, el hombre que vino del frío para guarecerse en el despacho del Banco Central Europeo. Desciende el precio de la hipoteca cada vez que Trichet rebaja los tipos de interés. Quiere decirse que cuanto más desconfiamos del dinero, más barata es la gasolina, y así en este plan de contradicciones que explican el capital. Ya no creemos en el euro y eso significa que no dejamos ni siquiera la propina en el café que, curiosamente, no baja su precio.
No creer en el dinero es un síntoma del cansancio de vivir y este cansancio es un síntoma de algo más profundo. Conócete a ti mismo, dijo el filósofo. El hombre se ha puesto demasiado en claro y de ahí toda esta fatiga existencial que lo ha convertido en un parado insoportable que no soporta a nadie ni tampoco se soporta a sí mismo. De modo que la humanidad se aburre en su pobreza y se entretiene echando unos duros en la tragaperras del bar.
Sin embargo, de entre tanta desconfianza y tanto cansancio, surge Barack Obama como un heraldo negro que, a lomos de la esperanza, ha conseguido ganar la Casa Blanca. Es curioso que un hombre gane las elecciones de su país apostando por un caballo olvidado que pastaba en los establos del Partido Demócrata. El presidente negro cree en el dinero y ha nacionalizado parte de la banca invirtiendo una billonada en créditos negros y corruptos. En España, los parados estamos cansados y ya no creemos en nada. Sólo los albañiles de Triana creen en el Cristo de los Gitanos. Ese, al parecer, nunca les traiciona.