viernes, 11 de diciembre de 2009

El caso Haidar


A veces, toda la borrosidad de la actualidad se organiza en un rostro. Un rostro de mujer en la primera página de los periódicos, un rostro de mujer en la pantalla del televisor. Todo el desorden del tiempo, ya digo, adquiere unidad a través de las facciones precisas y particulares de una persona. La actualidad política del mundo nos ofrece la cara de Aminatu Haidar, la activista saharaui que mantiene una huelga de hambre desde hace 26 días en el aeropuerto de Lanzarote, tras ser deportada ilegalmente por el Gobierno marroquí.
Haidar está convencida de que Marruecos podría ceder y admitir su regreso a El Aaiún ante las presiones internacionales. En cualquier caso, su intención es regresar viva o muerta a su casa. El caso es que la muerte de una mujer se podría convertir en la vara de medir de la diplomacia española. Dicho de otro modo, si Haidar no lograra su propósito, encontraríamos en su fallecimiento toda una identificación, un motivo que nos haría dudar de la eficacia del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Unión Europea .
La mujer saharaui ha puesto en evidencia la aleación de interés y violencia que mueve la política internacional española con su vecino del Sur, por mucho que nos empeñemos en defender la Alianza de las Civilizaciones. Tras la muerte del rey Mohamed V, Marruecos aspiraba a ser una monarquía parlamentaria como lo ha sido la española. Pero los cambios en el país chocan con un sentido de la vida supersticioso que consigue convertir cualquier atentado contra el nacionalismo y la tradición en una puñalada contra su destino. Detrás de la Constitución marroquí, sus sucesivas reformas y todos los tratados internacionales que ha firmado la monarquía malikí sobre derechos humanos, sólo existe una concepción ideológica, casi mística, del poder en manos de su rey, de la que España ha sido cómplice desde la histórica marcha verde que convirtió a Hassan II en algo más que un rey.
El desastre de Annual, el desembarco de Alhucemas, el año 21, fueron nuestra historia viva y caliente del pasado siglo español en Marruecos. La humanidad violenta y sangrante, los guerreros sonrientes. Hasta la deportación ilegal de Aminatu Haidar, España tenía una visión de Marruecos salvaje y montaraz, cuando se conocía el cierre de un periódico, o ridículamente turística, cuando uno contemplaba una postal de Marrakech. En ambos casos, los españoles habíamos olvidado la lucha que mantiene el Frente Polisario desde el Sahara, las torturas, violaciones y deportaciones ilegales que han salido nuevamente a la luz, sumándose a las que ya fueron denunciadas en otras ocasiones. Por mucho que el Gobierno español y el marroquí traten de ocultar quién es víctima o culpable en este asunto, la opinión pública española desea conocer con mayor nitidez cuál será el futuro último de Haidar. El ministro Moratinos y la diplomacia europea saben muy bien cómo solucionar este asunto. Hay más posibilidades de enfrentarse eficazmente a lo que pasa si las palabras lo identifican y acotan con limpieza, aunque Montaigne nos dice que cuando algo se conoce con exactitud, la palabra exacta resbala de la boca.