miércoles, 29 de abril de 2009

Sarkozy no es Fouché


Hubo dos hombres en la Francia de Napoleón que siempre me apasionaron. Eran auténticos animales políticos. Inteligentes, implacables, amorales, sanguinarios. El primero fue José Fouché, ministro de la Policía, el segundo, Talleyrand, ministro de Asuntos Exteriores. Sabían de qué iba la Historia, con mayúscula y, sobre todo, sabían protegerse el cuello de la guillotina, con independencia del viento político que soplara. Ambos trataron de aniquilarse, pero eran demasiado poderosos como para llegar a tanto. Así que de vez en cuando, ronda una figura sacada de una novela, en la vida de todos los hombres y aquí tenemos dos que influyeron decisivamente en la historia de los franceses y de su más insigne emperador.

Honoré de Balzac rescató del olvido a Fouché. Aparentemente, fue un personaje al que no le agradaba el cara a cara ni que le vieran el juego. Siempre estaba sumergido en los acontecimientos, dentro de los partidos, bajo la envoltura impersonal de su cargo, invisible pero activo como el mecanismo de un reloj. Dice Stefan Sweig en su espléndida biografía que rara vez se conseguía captar, en el tumulto de los sucesos, su perfil fugaz en las curvas pronunciadas de su ruta (Sweig escribe así, y mucho mejor) y también dice que ninguno de esos perfiles de Fouché, cogidos al vuelo, coincidían entre sí a primera vista.

Su vida política estuvo envuelta en misterios. Fue sacerdote, profesor, saqueador de iglesias, comunista en 1793, ministro, multimillonario y un Duque que aspiraba, en sus últimos días, a tener el perdón de Bonaparte así como también un mausoleo de gloria. Bajo el manto de todos aquellos cargos, se escondía un hombre cojitranco, ambicioso, duro por fuera y frágil por dentro. Sometido y protegido por los secretos, armado por la desconfianza y la duda, murió en el olvido, que siempre fue lo que sus enemigos, entre ellos Talleyrand, siempre desearon. Matarlo era, al final, algo imposible.

El caso es que ha llegado el presidente francés Nicolás Sarkozy a España, abrazado de su mujer, la cantante y modelo Carla Bruni. Ha recibido todos los honores de Estado que el protocolo español se ha inventado. Ha comido y cenado con el Rey, ha proclamado en el Congreso de los Diputados la fraternidad entre el pueblo español y el pueblo francés, la unidad en la lucha contra el terrorismo de las fuerzas del estado y muchas cosas más. Los diputados le han ovacionado y la prensa ha dicho que es un auténtico encantador de serpientes, un político raza y cosas así, llenas de topicos (aunque la primera plana de los periódicos de izquierda han destacado los culos de una princesa y una modelo, subiendo la escalinata del palacio de La Zarzuela).

Hubo un tiempo, cuando le arrebató el poder a Dominique de Villepin, antiguo ministro de Asuntos Exteriores, en que Sarko se me antojaba un magnífico Fouché. La misma ambición, las mismas trampas, los mismos gestos que describieron Balzac y Zweig, con tal de tener entre sus manos a todo un país.
Tras vencer en las últimas elecciones, consiguió enterrar al Partido Socialista Francés. Después embalsamó a la candidata socialista Segolenne Royal y también a su marido, François Holland, a la postre, secretario del mismo Partido. Los pensadores de aquel cínico mayo del 68, entre ellos André Glucksman, bendijeron al nuevo Napoleón y, no contento con eso, el recién elegido presidente invitó a los más insignes socialistas a participar en su gobierno tras vencer en las elecciones. Todos dijeron que sí.Oh la lá.

Había sido ministro del Interior, como Fouché, carecía del apoyo de su presidente, como Fouché a lo largo de todo el periodo revolucionario, el Directorio y el Imperio. Logró llegar a lo más alto gracias a su astucia y unos considerables miligramos de traición, exactamente igual que Fouché. Sin duda, todo aquello se presenta como una serie de jugadas maestras en el tablero de ajedrez francés, donde Sarko se ha comportado como una autentico rey, ( o mejor dicho, una reina )moviéndose en todas direcciones y logrando aliados donde antes sólo había enemigos.

Pero después de esta apasionante carrera hasta los Campos Elíseos, a Sarkozy le llegó el amor, los viajes a Oriente, las fotos del papel couché. A todo esto le siguieron los gestos de un superhombre atribulado, napoleónico y rídiculo, enganchado a su amante, acosado por su antigua mujer y por otros asuntos que no tenían nada que ver, aparentemente, con la política, como los indices de popularidad y que, definitivamente, expresaban los complejos de un hombre pequeño antes que la serenidad de un gran hombre que tiene verdadera conciencia del lugar y del puesto que ocupa.

Hoy, Francia se ríe de su presidente con cierta melancolía y mucho desamparo, pero tiembla la grandeza de todo su pueblo, si desafina la elegancia de su mujer.

viernes, 24 de abril de 2009

Figuras: Indro Montanelli o la ética del periodista


Ahí está. Sentado sobre unos cuantos libros, con la mente concentrada en una noticia, con los ojos clavados en las teclas de una máquina de escribir, dispuesto a a narrar la vida, el poder de la vida, el trenzado del poder, la sangre y el genio que constituyen la vida desde una ética inquebrantable, desde una coherencia blindada. El diario El País se hace eco de los diarios de Indro Montanelli, un ejercicio de periodismo privado, de anecdotario político y sentimental que expresa el nervio de la historia. Quizá toda la obra periodística del italiano es el sistema nervioso del hombre del pasado siglo XX . Nos cuenta el periodista Miguel Mora que el libro acaba de ser publicado en la editorial Rizzoli, que se titula Las cuentas conmigo mismo y que revela los recuerdos de un anarquista conservador entre los años 1957 y 1978.
Hablar de la ética del periodista es tratar de ahondar en la naturaleza de una vocación que apostó, desgraciadamente, por la literatura antes que por la verdad. Dice Arcadi Espada, amante confeso de la obra de Montanelli, que el periodista eligió el mito antes que la ciencia, el día que comenzó a escribir. A pesar de ello, el periodismo, enmascarado como una profesión, ha escondido desde sus inicios una necesidad, un instinto por contar, que permanece despierto las veinticuatro horas del día en la cabeza de quien lo practica. Creo que así lo entendió Montanelli y los demás viejos maestros del periodismo que escribieron el borrador silvestre de la historia. De modo que ética, mito e instinto se confundieron en esa necesidad que algunos hemos tenido después por contar la vida que sucede a nuestro alrededor.
El periodista no sólo es un testigo de su tiempo. Su prosa nació para otorgar a la rutina, la dignidad de lo desconocido. Así sucede también con Montanelli, con Kapuzinski o Manuel Leguineche. También creo que el reportero es un peregrino que se dirige trabajosamente al encuentro con su tiempo impelido por dos deseos que han alimentado desde el principio de los tiempos su vocación: la verdad y el conocimiento. Me gusta mi profesión y ejercerla con la intensidad y la honestidad de una honrada puta: sin reservas y hasta el final.
En este diario político y sentimental de Montanelli recién publicado, se recogen encuentros y anecdotas con políticos, artístas y demás grey. De entre todas las que aparecen en el periódico, me quedo con aquella que relata la conversación entre el periodista y Fellini. El cineasta le cuenta que ha hablado con Rossellini. «He preguntado qué tiene de excepcional Sonali (la mujer de Rossellini) para haberle hecho olvidar a Ingrid (Bergman) y al resto. Con una mirada soñadora y vaga, ambas falsas, me ha respondido: "La sabiduría antigua de Oriente y la calma profunda del Oceano Índico". Le pregunto como a quemarropa ¿Y cómo folla? Rossellini hace un gesto de entusiasmo. ¡Ah!, exclama. "Si la vieses, qué acróbata. Conoce todas las posturas. ¡Todas!.»
Indro Montanelli fue uno de los periodistas que nos legó una obra basada en la integridad moral, sin renunciar a la ironía y la mordacidad. Esa fue una de las razones por las que después sería galardonado, hace nueve años ya, con el premio Príncipe de Asturias de comunicación y cuyo nacimiento, un siglo ha, se recordó el jueves en las páginas de sociedad de La Nueva España.
Siempre me maravillaron sus entrevistas (reunidas en un libro indispensable titulado Personajes) y, en especial, la que tuvo lugar en la quinta galería de la prisión de San Vittore al General Della Róvere, un día de primavera de 1944. Se trata de una estremecedora conversación entre dos reos condenados a muerte.
Montanelli había abandonado el Corriere de la Sera uno año antes, tras quedar el diario en manos de un comisario alemán. Fuera de circulación, se ocultó tras saber que los fascitas italianos lo buscaban acusado por un delito de traición al rey. Después se unió a la Resistencia junto a los badoglianos. En Val d´Ossola, cerca del lago de Orta, al norte de Italia, se entregó a los soldados alemanes vestido con el uniforme de capitán. Después fue trasladado a la quinta galería de San Vittore, donde un tribunal lo sentenció a muerte.
Entre los presos de San Vittore, también se encontraba otro hombre de mayor rango, el único, escribiría después Montanelli, que lo trató con benevolencia y respeto: el General Fortebracio Della Róvere. Había sido capturado en Liguria, donde desembarcó de un submarino aliado; según se sabía, había ido hasta allí para dirigir las guerrillas de Italia del Norte. Como digo, en una oscura celda, coinciden dos presos condenados a muerte, el primero es un militar de alta graduación y el segundo es uno de los padres del periodismo.
Montanelli describe a Della Róvere como un hombre de pérfil aristocrático, simpre con monóculo, las piernas arqueadas y la apostura, la dentadura y el busto de los oficiales de caballería. En sus memorias, Montanelli también dice que infundía respeto incluso entre las SS de guardia.
«-Todos nosotros gozamos de vida provisional, ¿verdad?. Un oficial está siempre en vida provisional, es un novio de la muerte, como dicen los españoles. Nosotros somos dos novios próximos a la boda. A mi ya se me ha comunicado la sentencia. ¿Y a usted?
-Todavía no, Excelencia.
-Se la comunicarán. Por lo que me han dicho, también usted tendrá el honor de ser fusilado de cara, no de espaladas. De esto he deducido la dignidad con la que se ha comportado usted en los interrogatorios. Los alemanes son tan rudos al exigir las confesiones como caballeros al estimar a quien se abstiene. Usted ha callado. ¡Bravo!. Exijo que continúe callando».
A lo largo de la crónica, Montanelli describe la conducta de los condenados después de haber sufrido un interrogatorio o minutos antes de ser fusilados. Resulta muy curioso que siempre acudieran a la celda del General Della Róvere. «Todos los prisioneros, uno a uno, fueron llamados a pasar lista en su celda, y todos se presentaron. En teoría, la nuestra, la quinta, era la galería de los aislados y en la práctica lo había sido entonces, pero el prestigio de Su Excelencia era evidentemente tan alto ante los subalternos italianos, que éstos no se sentían ya obligados a observar estrictamente el reglamento de disciplina. Cuando él entraba, todos se ponían en posición de firmes, incluso los comunistas, y hacían una inclinación; permanecían dentro media hora o una hora, y cuando salían, andaban más erguidos».
Casi todos los presos pedían tras la entrevista, barbero, lima, tijeras y un poco de jabón. En la galería había desaperecido el alboroto hasta el punto que se granjearon el respeto de los alemanes, que dejaron de llamarles perros fascitas y sucios traidores badoglianos.
Meses después, Della Róvere fue trasladado a un lager en Fossoli, donde perdió todos sus privilegios. Cuenta Montanelli que fue metido en un barracón común con los demás presos, y como los demás, también fue obligado a trabajar en el campo. Sin embargo, «todos trataron de ahorrarle las actividades más humillantes, como la limpieza de las letrinas». Lo que más le preocupaba a su Excelencia, era que aquellos hombres no perdieran la dignidad. Aunque fueran tratados como galeotes, para él seguían siendo oficiales.
El 22 de junio de aquel mismo año, una orden procedente de Milán encendió la mecha del espanto en el campo de concentración de Fossoli. Sesenta y cinco hombres fueron sacados a suerte de entre los cuatrocientos reos. El teniente leyó la lista de los llamados a casarse con la muerte, como diría el propio Della Rovere a Montanelli unos meses antes. Entre los primeros estaba Bertoni. El teniente repitió este nombre mientras dirigía su mirada al lugar que ocupaba el General. «General della Rovere, por favor». Su Excelencia se incorporó junto al resto de hombres que iban a ser fusilados.
Asegura Montanelli que los sesenta y cinco hombres fueron esposados y empujados hacia el paredón. Después les vendaron los ojos. Solo Della Róvere se negó a esto último y le dieron satisfacción. «Luego apostaron cuatro ametralladoras en fuego cruzado. Su Excelencia dio un paso al frente. "¡Alto!¡Alto!", gritó el teniente, sacando la pistola. Su Excelencia dio otro paso y se paró. "Señores oficiales, que nuestro pensamiento se eleve con la alegría hacia la Patria para la suprema ofrenda. ¡Viva el Rey!". Pero estas últimas palabras fueron cubiertas por la voz de "Fuego" del Teniente y el crepitar de la metralla».
En sus Memorias de un periodista, Montanelli nos dice que Della Róvere se llamaba en realidad Giovanni Bertoni y era «un desecho humano puesto allí por los alemanes para oficiar como delator. Era hijo de un general y él mismo había sido oficial de caballería antes de ser explulsado del ejercito por tahúr. Había sido macarra y actor de tres al cuarto. De hecho, los alemanes, que lo habían detenido por estraperlista, decidieron servirse de él haciéndole representar el papel de general. Todos tragamos el anzuelo. Pero terminó tragándoselo él también. Se compenetró tanto como para hacerse fusilar en Fossoli por no ser un chivato».
Aquí termina uno de esos encuentros, en la dilatada vida de Indro Montanelli. Carecía de cualquier apego al poder. Dejó escrito que a una persona se le puede conceder todo el poder durante cinco años, a condición de que sea fusilado inmediatamente después. Ejercía la ironía con elegancia, sabía estar a la altura de cada circunstancia. Montanelli nunca estuvo del lado del vencedor y a lo largo de su trayectoria siempre mantuvo posiciones críticas. Pudo convertirse en el periodista príncipe del fascismo y no lo hizo. Pudo jactarse de un pasado de perseguido, y tampoco. Pudo unirse a la embriaguez sesentayochista y al conformismo de izquierdas, y sin embargo, fundó Il Giornale. Salvó la libertad de prensa en Italia aunque eso le costara cuatro tiros. Pudo ser nombrado senador vitalicio, pero dijo: «No, gracias». Pudo encuadrarse con Silvio Berlusconi, hermano de su editor, pero no lo hizo y, a los ochenta y cinco años, aun tuvo fuerzas para fundar otro periódico: La Voce. Se le ofreció la dirección del Corriere della Sera, pero lo rechazó y se conformó con la sección de correspondencia a sus lectores. Lo siento, qué quieren que les diga. Si me preguntan que es la ética del periodismo, yo siempre respondo: Indro Montanelli.

sábado, 18 de abril de 2009

Abandonarlo todo



Hay días en que uno lo dejaría todo, aunque luego no deja nada, por más que las circunstancias le inviten. Resulta muy dificil gobernar cuando desayunas con titulares que anuncian la quiebra de la Seguridad Social y la desidia de la Policía Nacional en la lucha contra ETA. Si, además, los autores de estas noticias son de tu propio equipo, la situación se vuelve aún más amarga. Se diría que todo esto es como despertarse y descubrir que te has cagado en la cama. El caso es que transcurridas dos semanas desde la última crisis de gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero se enfrenta a dos serios problemas que afectan a la economía y a la seguridad españolas. Por el momento, ha mantenido un silencio escrupuloso. Sin embargo, todos los demás han hablado.

MAFO
Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Gobernador del Banco de España, auguraba ante los diputados del Congreso, en la ronda de encuentros del Pacto de Toledo, la quiebra de la tesorería de la Seguridad Social al cabo de este año, al tiempo que proponía retrasar la edad de jubilación dos años más, como medida que evitase el fatum de nuestra economía.
Los periodistas suelen llamar a Fernández Ordóñez MAFO, lo que no deja de ser un modo muy original de decirle gafe. Después de escuchar sus pronósticos creemos que el alias tiene mucho sentido. Desde que Solbes abandonó el gobierno, el Gobernador del Banco de España no sabe qué hacer, de modo que ha decidido ir por libre, metiéndole el canguelo al personal y provocando el mal fario. Qué se jodan, habrá pensado. Pues a joderse.
A pesar de los malos pronósticos de MAFO, el diario Público analizaba el estado de las cuentas de las Seguridad Social e indicaba que la pasta de los cotizantes está garantizada, al menos, hasta el 2023, tiempo suficiente para llevar a cabo más reformas que pondrán a buen recaudo las jubilaciones del futuro.
Pero como decíamos más arriba, aunque ZP no ha hablado, sí lo han hecho todos los demás. La primera respuesta a las declaraciones del Gobernador del Banco de España salieron del ministro de Trabajo José Corbacho, quien aseguró que hay 53.000 millones de euros que garantizan la estabilidad de la Seguridad Social. Por su parte, los sindicatos respaldaron a Corbacho y a Zapatero. Cándido Méndez, secretario general de la UGT, aconsejó a MAFO que se dejara de alarmismos e Ignacio Fernández Toxo, secretario de CCOO indicó, mucho más irónico que "con amigos como éste, para qué tener enemigos".
Efectivamente, el manda del Banco de España es propuesto por el Presidente del Gobierno y es evidente que ambos no tienen la misma percepción del devenir económico del país. Como indicábamos antes, desde que Solbes abandonó el ministerio, MAFO es un verso libre. Todos sabemos como se resuelven las discrepancias en este tipo de casos. De seguir en esta línea, lo más probable es que haya nuevo gobernador en el Banco de España en poco tiempo.

Pumpido y Garzón
Por si esto fuera poco, el Fiscal General del Estado Cándido Conde Pumpido denunciaba el jueves, en un desayuno junto a varios periodistas, la escasa colaboración del Cuerpo Nacional de Policía en la lucha contra ETA y su entorno, sin que ninguno de los allí presentes le hubiera preguntado por este asunto. "Los informes sobre ETA no me llegan a mí, si no al juez instructor de la Audiencia Nacional", aseguró entonces. Horas después, se vio obligado a rectificar, tras ser llamado a consulta por el ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba.
La relación que mantiene Cándido Conde Pumpido con el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón no es todo lo fluida que debiera. Conde Pumpido padece una especie de celo del juez que destapó la trama de corrupción en Madrid y Valencia, en la que están imputados varios cargos del Partido Popular, entre ellos el tesorero nacional, hombre de confianza de Mariano Rajoy. El lector que haya seguido ambas causas se habrá alarmado por el escaso apoyo que ha recibido Garzón de la Fiscalía General a la hora de llevar el asunto hasta el Supremo. A este caso habrá que sumarle ahora las críticas al Cuerpo Nacional de Policía que, veladamente, están dirigidas al juez instructor.
El caso es que los cuatro sindicatos de la Policía Nacional se han querellado contra Conde Pumpido y en una nota de prensa han declarado que las críticas del Fiscal Jefe son las mas temerarias e injustas que ha recibido el cuerpo en toda su historia. Dicho esto, se anuncia una guerra por parte de la institución que, presumiblemente, acabará con el cese del fiscal.

ULTIMA HORA
Radio Nacional informaba hace una hora de la detención en el sur de Francia del número uno de la cúpula de ETA Jurdan Martitegi, junto a otros dos miembros de la banda. Martitegi pertenecía al último comando Vizcaya. La operación ha sido desarrollada entre la gendarmería francesa y el Cuerpo Nacional de la Policía. Curiosamente, Baltasar Garzón ha sido el encargado de dirigir a las fuerzas de seguridad españolas y ahora llevará a cabo su judialización.

Una mala semana.
Estos dos asuntos han ocupado los títulares de la semana y ponen en evidencia que la crisis de gobierno no ha tenido los resultados que José Luis Rodríguez Zapatero había deseado. Las filtraciones de los nuevos ministros en el diario El País eclipsaron su primer encuentro con Barack Obama en la cumbre de Londres. Después llegaron las críticas a los nuevos cargos ministeriales, entre ellos, a Ángeles González Sinde, ministra de Cultura, que apoyó anteriormente a la SGAE en su lucha contra la piratería y las descargas gratuitas. Más tarde, Corbacho confirmó que 300.000 parados han dejado de cobrar el subsidio de desempleo, al tiempo que invitaba a las comunidades autónomas a participar en el gasto social. Después, después todo lo demás, las ganas de abandonarse y mandarlo todo a la mierda. Hacer de todo, absolutamente nada. Una solución que no es solución. Una solución cobarde que es, por otra parte, la filosofía del superviviente.

Figuras: Una pareja feliz


Venía barnizado con la pana honesta sobre la chaqueta, con un alo revolucionario que realmente no tenía y un pesar de príncipe doliente que llevaría a España al socialismo. Cuando se van a cumplir 27 años de aquel triunfo electoral que dio al PSOE la mayoría absoluta, hoy recapitulamos el perfil hipnótico, gitano, oriental y cortisonado de Felipe González Márquez.
No había muerto Franco todavía cuando Felipe se paseaba con su escolta mora por un Madrid que preparaba alegremente su luto. Las palomas ya eran de izquierdas y la luna enseñaba su herida más bella a los generales. La política hablaba alemán en las esquinas profundas y vertiginosas de sus cuarteles mientras Felipe González y Alfonso Guerra, una pareja feliz, principiaban un nuevo socialismo que pretendía el abrazo entre la banca y los sindicatos.
Alfonso Guerra tenía el estigma del eterno segundón. Venía de Fernando de los Ríos y toda la poesía del 27 junto a Machado, el único tipo que hasta ahora no le ha mentido. Felipe era la praxis y el poder mientras Alfonso embarnecía su figura insolente y quevedesca con insultos y metáforas que devolvían a la política española ese tono castizo y tabernero que reverbera en Madrid desde el 2 de mayo.
Trajeron un socialismo capitalista y una especulación de izquierdas que seguía siendo de derechas. Trajeron revolución de diseño, el progreso de las divisas, la vanguardia de los tecnócratas y la bendición de Europa con las gotas plateadas que emanaban del Banco Europeo. Sin lugar a dudas, Felipe González ha sido el presidente más importante que ha tenido España desde la Guerra Civil. José Luis Rodríguez Zapatero sólo podrá eclipsar al gitano de verde luna si consigue superar una crisis emanada de la cólera de un dios. Mientras tanto, nos queda saber si el socialismo de Felipe González fue ver crecer los bonsáis, mientras esperaba la muerte de su propio hermano.

miércoles, 15 de abril de 2009

El cine porno ha muerto, larga vida al porno


La página orgasmatrix.com daba a conocer ayer la muerte de la estrella de cine X Marilyn Chambers. Según indicaba este sitio, la actriz fue hallada muerta el pasado domingo en su domicilio de Los Ángeles. Marilyn Chambers era junto a Linda Lovelace, uno de los mitos que dio el porno en la década de los 70. A ella se le atribuye la primera película interracial o el primer coño rasurado que pudo verse en la gran pantalla, lo que no deja de ser un hito en la corta historia del género.
Chambers, cuyo verdadero nombre era Marilyn Ann Taylor, nació en 1952 en la ciudad de Connecticut y debutó 20 años después con la cinta Tras la puerta verde, título que a menudo es considerado como el primero en lograr una amplia difusión comercial y que seguía la ruta marcada por Garganta profunda meses antes.
Tras esta primera «toma de contacto», siguió participando en distintas producciones X y en 1977 logró interpretar un papel importante para la película de David Cronenberg Rabid. Sin embargo, su experiencia en el cine convencional no fue tan fructífera como se esperaba, lo que llevó a retomar su carrera como felatriz participando hasta el final de sus días en películas X para compañías como Naughty America y MILF Hunter.
La muerte de Marilyn Chambers le hace a uno pensar que el cine porno, tal y como lo conoció en su perversa juventud, tal como lo vivió Chambers en la suya, ha muerto. Quiere decirse que la industria ha dejado de lado el argumento insostenible que sostenía a duras penas una película X y hoy se presenta como otra cosa.
En nuestra impúdica adolescencia, nunca nos interesaron mucho aquellas historias. Generalmente, el espectador obviaba el relato que hacía que el porno fuera un género marginal, aunque siempre dentro de los parámetros del cine. Hoy, el argumento ha desaparecido, dando paso a la escena puramente sexual, sin más aderezo que la escasa ropa que cubre los cuerpos tatuados de sus estrellas y unas cuantas cervezas.
La evolución del cine porno desde Garganta Profunda ha estado marcada por la inclusión de nuevas perversiones y fetichismos, con independencia del argumento. Sólo una serie de directores como Mario Salieri se han preocupado por dotar de una trama consistente a unas escenas cuyo final era previsible y carecía, honestamente, de algún interés. Destaco a Salieri porque solía hacer versiones pornográficas de películas convencionales como El Padrino y adaptaciones de grandes obras de la literatura como Drácula que, en sus manos, se convertían en ingenuos y aburridos folletines de un logrado manierismo que, a pesar del empeño, siempre fracasaban.
De modo que hemos pasado del cine porno al videoclip porno y del video manual al click del ratón en la era digital. Si antiguamente una película X se producía planificando su proyección en oscuras salas de cine X y su alquiler en los discretos pasillos de los videoclubs, hoy sólo se piensa en una escena y su distribución directa a través de Internet. Son millones y millones la páginas webs dedicadas al gonzo, al sexo anal, al sexo interracial, a los castings, a las fiestas, a las orgías estudiantiles o a los polvos grabados por una pareja amateur. En definitiva, una millonada de guarradas diversas y dispersas, huérfanas de historia, alejadas del erotismo y cuyo valor reside en la belleza de unas actrices o en el grado de perversión y morbosidad que logran transmitir al espectador.
Ya no es necesario saber cine para rodar una película porno, basta con saber follar. Y en esto radica uno de los éxitos de la actual industria del cine X , que factura millones y millones de dólares por todo el planeta con escenas que no superan los treinta minutos. Saber follar es importante, qué duda cabe, pero hay algo más importante que interesa mucho más a los jefazos de la industria X. Quieren realidad. Y la realidad es ver a una pareja real en la cama de su casa o a una mujer desconocida sometida a los deseos de un hombre o de una legión. Eso explica que los videos porno amateur tengan tanto éxito en la red y el hecho de que las grandes felatrices de este momento ya no necesiten interpretar un papel como en el cine convencional. El éxito, ya digo, radica en acercarse a la realidad fielmente, aunque esa escena no sea estrictamente sólo realidad. Quizá, esta sed de verismo no deja de ser la misma que mantiene al espectador enganchado a los reality shows. Por lo tanto, forma parte de un mismo fenómeno.
Román Gubern relaciona en su libro La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas la imagen pornográfica y la imagen cruel. Así se titulan respectivamente el primer y último capítulo de este libro publicado en Anagrama en 2005. En ambos, Gubern conecta el despegue del cine X con Garganta Profunda, (1972) y el inicio del gore con La Matanza de Texas (1974). ¿Guarda algún tipo de relación el video porno y la snuff movie? No lo sé, pero hoy podemos decir que la morbosidad del cine porno radica en su crueldad y no sólo en la liberación de un tabú sexual.
Ahora, como entonces, la pornografía se ha desarrollado como negocio para estimular la sexualidad masculina y, en ese sentido, los nuevos parámetros sociológicos del video porno no han cambiado respecto de los del cine. Sólo varía el grado de perversidad y de crueldad, si cabe, mayor que entonces. Todas las películas tienen un denominador común: el hombre. Las orgías grabadas y las escenas entre lesbianas pretenden satisfacer a un señor que se sitúa como espectador. Difícilmente se producen películas, y ya no hablemos de videos pornográficos, destinados a mujeres, aunque eso no quiere decir que no haya féminas que consuman porno. Todo esto podría empujarnos a pensar que existe una percepción femenina del sexo diferente a la percepción del hombre y algunas directoras, como Sandra V, afirman que existe una pornografía femenina pensada para las mujeres. Yo no llegaría a tanto. El debate parece casi literario.
En cualquier caso, Internet ha transformado la industria del cine hasta tal punto que lo ha deshumanizado, como diría Ortega y Gasset. No era algo muy difícil de conseguir, ciertamente, pero se podría afirmar que es el primer género cinematográfico que muere. Hasta hoy, resulta impensable que el cine negro se reduzca a unos cuantos tiros entre gansters o que el cine de aventuras se resuma en veinte minutos de acción. Los espectadores siguen demandando en una película una historia que justifique su presencia en los cines o el esfuerzo de piratearla. En el caso del porno, como ya hemos visto, no es así.
Curiosamente, la muerte del cine porno tiene lugar cuando fallecen sus primeras actrices, mientras las nuevas estrellas aparecen y desaparecen engullidas por el deseo de miles de hombres conectados a través de la red. La muerte del cine porno ha dado lugar a la proliferación de millones de videos porno. El porno ha muerto, señores, y sin embargo está más vivo que nunca.

martes, 14 de abril de 2009

El final de Losantos


El rumor es la antesala del periodismo. Primero nace el rumor, como un orvallo, como un chirimiri que va calando en las mentes del personal; luego llega el relámpago de una información audaz y finalmente suena el trueno del cese. Lo cual que la prensa anunciaba hoy, aunque ya se sabía desde hace unos días, que a Federico Jiménez Losantos le iban a dar boleto en la Cope, la radio de la Conferencia Episcopal. Tras conocer que volvía al programa nocturno "La Linterna" junto al inefable Cesar Vidal o que se iba, Federico no tardó en responder. Según nos cuenta el periodista Ignacio Escolar, le dijo al director de la Cope que tiene un contrato y lo piensa cumplir ¿por sus santos cojones?, que los obispos no han tenido caridad en darle las explicaciones del cese y que la Cope, sin Federico, "se va a freír espárragos”.
Uno cree que el problema de Federico es que siempre ha querido ser un poder en la prensa cuando la prensa es ella sola todo un poder. Sabe que al oyente hay que despertarlo y agitarlo por la mañana y que eso engancha más que la cocaína. No le ha importado mentir o insultar y eso nos ha sentado a todos bien, porque al español como usted o como yo le gusta cagarse en la madre del otro, a veces, incluso, por pura necesidad.
A la Prensa se la ha llamado tópicamente "Cuarto Poder", pero habría que especificar que siempre es un poder a la derecha del poder o que, si es un poder, siempre acaba siendo un poder de derechas. A la derecha de José Luis Rodríguez Zapatero está El País, del mismo modo que a la derecha de Rajoy está Pedro J. Ramírez. Esto nos indica que es necesario saberse a la derecha de alguien. El ABC no lo sabe y pierde lectores constantemente, mientras que La Razón sí lo sabe y ahí sigue, sumando lectores. Reconozco que siempre me gustaron los etarras del idioma que convertían el lenguaje en un coctel molotov. Hay un nihilismo en una parte de la prensa, destructivo y encantador que disfruto como un niño con cerillas. Federico Jiménez Losantos es uno de estos nihilistas que siempre ha estado a la derecha de Dios y también a la derecha de Mao, y esto ya es un delirio falangista que sólo tiene sentido si eres de Teruel.
Los de la Prensa hemos sido, tradicionalmente “las víboras de la Prensa", expresión que el cine ponía en boca de los gansters amenazados por la terrible y saludable libertad del periodismo americano. Lo cierto es que uno sigue necesitando que lo llamen víbora para saber que está contando la verdad. De otro modo, permanece siempre la duda. Hollywood suele ensalzar, con el cinismo ingenuo o la ingenuidad cínica que caracteriza a Hollywood, la libertad de expresión y la democracia a través del periodismo. Buenas noches y buena suerte o Todos los hombres del presidente son hermosos y épicos relatos que han nimbado esta profesión con un alo de dignidad que difícilmente se encuentra en el periodismo español. Quiere decirse que mientras eso pasa en nuestras pantallas de televisión, en la realidad nacional, a los que hacemos la prensa se nos sigue llamando canallas, perros y agentes dobles del poder rojo o del fascismo. Pero luego, además, está Federico.
Llevamos unos meses, casi un año despidiendo a gente de los periódicos. Unos se despiden y a otros se les despide. David Jiménez Torres, el hijo de Federico, se lamenta del despido de su padre desde su columna en Libertad Digital. Los Jimenez son familia que gusta mucho de lamentarse. Desconoce este muchacho que, en España, es costumbre política y periodística hacer una fechoría en el último día de ejercicio. Se trata de una jugarreta informativa, un echar los pies por alto, un sangrar por la herida del resentimiento, que siempre dibuja en el careto de todos los demás una sonrisa malvada y cínica, que, por otra parte, es la mejor de las sonrisas. Federico, cual Júpiter tronante, será por fin despedido, a pesar de los lloros de su hijo, y yo, que soy un periodista despiadado y sentimental, sólo puedo delectarme con el dulce aroma que desprenden las flores del mal.

lunes, 13 de abril de 2009

Una cuestión de honor


«Cuando fuimos al lugar del accidente, meses después, encontré galones militares y esferas de relojes de los nuestros. El Imán tenía las chapas de dos de los muertos ¡y todo eso era, según Defensa, con lo que los habían identificado!». Son las palabras (publicadas hoy en el diario El País) del padre del sargento Francisco Cardona, víctima del accidente aéreo del avión Yak-42. Este hombre, junto al resto de los familiares de aquel trágico suceso que fulminó la vida de 40 militares españoles, intentará que los forenses turcos que practicaron la identificación de los cadáveres, testifiquen esta semana en la Audiencia Nacional, cuyo proceso está en manos del juez Javier Gómez Bermúdez.

Ayer supimos, gracias a estos forenses, y a través del diario El Mundo, que el General Navarro, encargado de trasladar los muertos a España, acudió a la identificación completamente borracho. «Estambul era una fiesta», titulaba este periódico en su crónica dominical. Navarro y los comandantes José Ramírez y Miguel Sáez están acusados por un delito de falsedad documental y lo cierto es que, a medida que se indaga más en este asunto, la mierda es cada vez más oscura y huele mucho peor.

48 horas después de que se estrellara el avión, se efectuaba el traslado de los militares a España. Hubo funerales con todos los honores y la presencia del Rey. Los mandos de Defensa y el propio Ministro Trillo aseguraron que se había efectuado la identificación completa de todos los cadáveres, cuando la realidad era otra completamente distinta. Según los forenses turcos, extrañados por la celeridad de la repatriación, obligaron a los españoles a firmar un acta que declaraba que los cuerpos no habían sido bien identificados y que se comprometían a hacerlo en España. Por todos es sabido que no fue así. Un año y ocho meses después se produjo la exhumación de sus restos. Otro análisis forense demostró que en un mismo féretro había miembros de distintos soldados. Cuatro años después, el asunto llega a la Audiencia Nacional y tras la Semana Santa, este miércoles, se reanudan las declaraciones.

Aseguran las familias de aquellos cuarenta soldados que fueron tratados como locos y como perros por los mandos militares españoles a lo largo de todo este proceso. Después fueron ascendidos. De modo que este asunto se ha quedado en una cuestión de honor y dignidad. Pero el honor y la dignidad, en España, todavía importan, afortunadamente. «Tuve honor y tuve amor, eso es todo cuanto sé de mí» dice un verso de Calderón.

Las familias tienen derecho restituir el honor mancillado de sus hijos, padres y maridos, y sólo será así cuando el juicio aclare por qué hubo tanta prisa en enterrar a aquellos soldados, a quién le interesaba que esto se hiciera así y qué pena pagarán por ello.

Pero más interesante todavía es saber por qué cuarenta militares españoles volaban hacia España en una tartana con alas y por qué no se imputa a Federico Trillo y a José María Aznar en este juicio por su negligencia y su desidia. No entiendo por qué el juez Bermudez no requiere a estos dos hombres, en su sala. Es curioso, triste y alarmante que ninguno haya tenido valor suficiente para confesar que aquello fue una auténtica chapuza. Entonces era más importante ganar unas elecciones que asumir un error que habría puesto en entredicho todo su amor a la patria.

Casi seis años después, aquellos soldados se le aparecen a Trillo como una tragedia shakesperiana. Creyó salvarse del desastre tras la derrota electoral del 2004, refugiándose en sus memorias y preservándose en los dramas de Shakespeare. Pero se equivocaba entonces como se equivoca ahora. Nada se puede cuando se reclama con justicia un desagravio para los muertos y un castigo para los canallas. Al antiguo ministro de Defensa le perseguirá hasta su tumba la voz de aquellos hombres que fueron vejados y vilipendiados. Federico Trillo puede ser un especialista en Shakespeare, pero está claro que no ha entendido nada.

domingo, 12 de abril de 2009

Semana Santa


El Papa Benedicto XVI aseguró hoy, durante su mensaje y bendición 'Urbi et Orbe', desde la Basílica de San Pedro de Roma, que la resurrección de Jesús no es un mito o un sueño, sino una «realidad histórica». Desconozco cuánta realidad histórica hay en todo ello, ni siquiera la audiencia televisiva que recibe el Papa con su bendición, pero lo que sí me parece una auténtica realidad histórica es que los españoles, avarientos y logreros, conversos, santos, viciosos y ateos se reúnen en Semana Santa a millares para celebrar unas vacaciones antes que una resurrección.
Tanto el currante como el empresario, así la puta como la beata tratan de besar los pies del hombre de los tres clavos, mientras Benedicto XVI asegura «que Jesús resucitó para que el hombre no desesperase pensando que con la muerte se acaba totalmente la vida». El Papa desconoce que la muerte de Jesús era una fiesta.
Muchos consideran la Semana Santa como una rémora de nuestro pasado franquista, derivándolo a un asunto folclórico y anticuado y, sin embargo, desconocen que la mayoría de las cofradías se fundaron tras la llegada de la democracia, en los años ochenta. Lo más interesante y curioso sigue siendo que en todo este revival
de mantillas, tocados y peinetas se reunen españoles de toda clase y condición. Este domingo de penitencia y resurrección finaliza con saetas derramadas por la estanquera de Vallecas, con palmas de trafulleros en paro acompañando a marquesas desvirgadas y con recuas de agoreros empalmados llorándole a María Magdalena.
La Macarena luce mejor sus lágrimas de pena si el sol las ilumina, creen los talibanes de Jesús, mientras rezan el rosario para que los palios rasguen los nubarrones y aleje la tormenta. Sin embargo, la Semana Santa es una tradición empañada de sangre y vino, de fiesta y de tragedia. Y todo eso se dibuja en el rostro de un gitano, cuando la lluvia impide que su Cristo ascienda por el Sacromonte a hombros de una cuadriga de albañiles, que al paso de las horas, lo ven todo más oscuro o menos claro.
Desde pequeño siempre tuve miedo a los encapuchados que vestían de nazareno, pero reconozco que había cierta lujuria en las enaguas negras de las mujeres linajudas que perfilaban sus caderas con el luto del viernes santo mientras sus maridos depositaban el dinero confiado en las tabernas. De modo que la Semana Santa española tiene la belleza del auto sacramental, el falso dolor de cincuenta cofrades poseídos de vinazo y la lascivia de esas mujeres tan engolfadas de Dios que de tanto amarlo lo convirtieron en su prisionero. Quizá por eso encuentro atractiva la Semana Santa, aunque hoy remato con este artículo impúdico, blasfemo y berbenero, cansado ya de ver por la televisión tanto pasacalles vespertino, tanto Cristo crucificado y tanto turista sacrificado deambulando de bar en bar como un pobre mártir al que hemos vaciado los bolsillos sin ningún tipo de compasión. Ay.

sábado, 11 de abril de 2009

El hombre cansado

El mayor problema de este país tan lleno de problemas, en estos momentos, es el paro. El Instituto Nacional de Estadística publicó recientemente que ya somos tres millones y medio de parados. El manda del Banco de España, el señor Fernández Ordóñez, anunció esta semana que seremos un millón más de desempleados el próximo año. Uno, deseoso siempre de colaborar y de portarse, también forma parte de la lista cansada del Inem y, como todo periodista, también escribe en un blog cansado.
Tras la última crisis de gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, Pedro Solbes también está en el paro. Frente al optimismo de ZP, el cinismo y el cansancio de un ministro que aspira a ser cesante de la economía. Siempre envidié el cinismo de los ministros que portaban en su cartera números y misterios, cuentas y estadísticas que siempre mentían o que, al menos, ocultaban parte de la verdad. Pero me parece más interesante hablar en esta ocasión del cansancio de Solbes que de su cinismo.
El cansancio individual nos conduce al suicidio y el cansancio colectivo nos empuja a la guerra. Si a esta fatiga de nosotros mismos le añadimos la dificultad económica de vivir, la reyerta, la movida, o sea, la huelga parece inevitable. Creíamos que el proletariado se aclaraba con una huelga, pero con esta crisis económica no tenemos muy claro contra quién se debe hacer la manifa en la calla Alcalá. Contra el burgués?, contra el banco?, contra el Estado? Ni puta idea.
A lo largo de los últimos doce años, hemos vivido cómo renacía el mito de la prosperidad. Sin embargo, este mito del progreso indefinido ha quedado contrarrestado ahora por el mito de la crisis económica y el crecimiento negativo, que es un mito que nace directamente del cansancio de vivir y del cansancio de crecer.
Quizá toda esta mitología del paraíso terrenal se ha sostenido gracias al mito del dinero que han escrito unos cuantos trileros. Hemos dejado de creer en el dinero y el primero de ellos ha sido el señor Trichet, el hombre que vino del frío para guarecerse en el despacho del Banco Central Europeo. Desciende el precio de la hipoteca cada vez que Trichet rebaja los tipos de interés. Quiere decirse que cuanto más desconfiamos del dinero, más barata es la gasolina, y así en este plan de contradicciones que explican el capital. Ya no creemos en el euro y eso significa que no dejamos ni siquiera la propina en el café que, curiosamente, no baja su precio.
No creer en el dinero es un síntoma del cansancio de vivir y este cansancio es un síntoma de algo más profundo. Conócete a ti mismo, dijo el filósofo. El hombre se ha puesto demasiado en claro y de ahí toda esta fatiga existencial que lo ha convertido en un parado insoportable que no soporta a nadie ni tampoco se soporta a sí mismo. De modo que la humanidad se aburre en su pobreza y se entretiene echando unos duros en la tragaperras del bar.
Sin embargo, de entre tanta desconfianza y tanto cansancio, surge Barack Obama como un heraldo negro que, a lomos de la esperanza, ha conseguido ganar la Casa Blanca. Es curioso que un hombre gane las elecciones de su país apostando por un caballo olvidado que pastaba en los establos del Partido Demócrata. El presidente negro cree en el dinero y ha nacionalizado parte de la banca invirtiendo una billonada en créditos negros y corruptos. En España, los parados estamos cansados y ya no creemos en nada. Sólo los albañiles de Triana creen en el Cristo de los Gitanos. Ese, al parecer, nunca les traiciona.