sábado, 18 de abril de 2009

Figuras: Una pareja feliz


Venía barnizado con la pana honesta sobre la chaqueta, con un alo revolucionario que realmente no tenía y un pesar de príncipe doliente que llevaría a España al socialismo. Cuando se van a cumplir 27 años de aquel triunfo electoral que dio al PSOE la mayoría absoluta, hoy recapitulamos el perfil hipnótico, gitano, oriental y cortisonado de Felipe González Márquez.
No había muerto Franco todavía cuando Felipe se paseaba con su escolta mora por un Madrid que preparaba alegremente su luto. Las palomas ya eran de izquierdas y la luna enseñaba su herida más bella a los generales. La política hablaba alemán en las esquinas profundas y vertiginosas de sus cuarteles mientras Felipe González y Alfonso Guerra, una pareja feliz, principiaban un nuevo socialismo que pretendía el abrazo entre la banca y los sindicatos.
Alfonso Guerra tenía el estigma del eterno segundón. Venía de Fernando de los Ríos y toda la poesía del 27 junto a Machado, el único tipo que hasta ahora no le ha mentido. Felipe era la praxis y el poder mientras Alfonso embarnecía su figura insolente y quevedesca con insultos y metáforas que devolvían a la política española ese tono castizo y tabernero que reverbera en Madrid desde el 2 de mayo.
Trajeron un socialismo capitalista y una especulación de izquierdas que seguía siendo de derechas. Trajeron revolución de diseño, el progreso de las divisas, la vanguardia de los tecnócratas y la bendición de Europa con las gotas plateadas que emanaban del Banco Europeo. Sin lugar a dudas, Felipe González ha sido el presidente más importante que ha tenido España desde la Guerra Civil. José Luis Rodríguez Zapatero sólo podrá eclipsar al gitano de verde luna si consigue superar una crisis emanada de la cólera de un dios. Mientras tanto, nos queda saber si el socialismo de Felipe González fue ver crecer los bonsáis, mientras esperaba la muerte de su propio hermano.

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